El ego de la naturaleza

Psicoterapia integral
4 min readMay 31, 2017

Cada mañana que salgo a correr al bosque, agradezco cada una de las representaciones de la naturaleza que me rodean: los árboles, las plantas, las rocas, la tierra, el pasto, la hierba, un pequeño canal de agua, el viento…

Ante tanta belleza natural, jamás me hubiera imaginado que existieran en ella complejos similares a los de los seres humanos. Fue un sábado por la mañana, durante mi recorrido en el bosque, que pude “escuchar” el ego de la naturaleza.

Primero escuché a una planta que parecía una manzanilla. Por lo que pude entender, esta planta había nacido a la orilla del camino de corredores, justo en frente de varios árboles que servían como valla del camino. La manzanilla se lamentaba por haber nacido manzanilla:

Manzanilla

«Soy tan insignificante y además, para mi desgracia, la naturaleza me hizo crecer frente a estos árboles tan hermosos; altos, con troncos firmes y exuberante follaje. Odio ser tan pequeña y flaca».

A lado de esta manzanilla había otra planta. Se parecía un poco a la manzanilla pero tenía pocas flores y sus colores eran opacos. Su aspecto me hizo pensar que era una planta con varios años de existencia. A esta planta también la pude escuchar cuando se dirigió a la manzanilla: «¿Acaso no te has cansado de desear durante años algo imposible? Quizá no tengas la belleza de esos árboles que tanto admiras pero nosotros somos una reliquia para los seres humanos. Somos valoradas porque tenemos propiedades que les brindan salud. Y eso es sólo una característica que se me ocurre. Aunque sinceramente eso no…».

De pronto un pequeño arbusto interrumpió a la vieja planta: «Yo te entiendo perfectamente — dirigiéndose a la manzanilla — pues yo también deseo algo que a otros arbustos les parece imposible. Por otro lado también creo que usted tiene algo de razón — dirigiéndose a la vieja planta — en cierta medida debemos aceptarnos como somos, pero quisiera corregirlo un poco y decirle que lo imposible se lo establece uno mismo. ¿Ven aquel tronco sin vida lleno de musgo? Ese tronco fue un árbol que vivió durante muchos años y tenía mucha sabiduría acerca de la madre naturaleza. Ese árbol fue mi maestro y antes de morir me enseñó que como todos somos parte de la madre naturaleza, estamos compuestos de la misma sustancia. Por lo tanto podemos lograr lo que cualquier otro ser natural haya logrado. Eso me dio esperanza para cumplir mi mayor deseo. Ser como mi maestro, el gran roble sabio».

Gran roble sabio

La vieja planta le preguntó al pequeño arbusto: «¿Qué características del maestro roble deseas tener?». El arbusto contestó: «¡Todo! Su apariencia, su sabiduría, su experiencia. Él sabía tanto acerca de la madre naturaleza. Fue un gran sabio y me enseñó muchas cosas de la vida».

La planta volvió a preguntar: «¿Y en todas esas lecciones, no te enseñó algo acerca de tu propia vida, de tu propia naturaleza?». El pequeño arbusto se molestó un poco: «No entiendes. Él fue un gran sabio y sí me enseñó mucho acerca de la vida natural».

La planta vieja respondió: «Tienes razón. El maestro roble fue un gran sabio».

No sé si lo último que dijo la planta vieja solamente lo escuché yo porque después no escuché una respuesta del pequeño arbusto. Lo último que dijo fue: «Pero tú no eres un roble».

La naturaleza siempre me ha parecido la representación perfecta de la trascendencia psicológica, de la Unidad fundamental (Ken Wilber). La naturaleza es lo que es. Cada representación de ella es especial. No creo que haya dos árboles iguales aunque sean de la misma especie y estén en el mismo lugar. Sus raíces son únicas, así como sus troncos y la distribución de su follaje. La variedad y originalidad de la naturaleza es infinita y no pensaría que en esa variedad existan defectos, enfermedades, trastornos, complejos, etcétera.

Jamás pensaría que hay árboles citadinos acomplejados por querer ser palmeras en la playa o que se sienten tristes porque hay otros árboles con troncos más gruesos y rectos. Jamás hubiera pensado en arbustos que desean ser sabios robles o plantas que odian el lugar en donde nacieron o riachuelos que detestan su cauce. La naturaleza siempre es ella misma sin hacer un esfuerzo y así como resulta es perfecta.

Los seres humanos y la naturaleza somos representaciones del cosmos (o de la divinidad). Sin embargo a veces no apreciamos lo que somos.

A veces nos cuesta trabajo ser lo que somos.

Agradezco haber sentido el ego de la naturaleza porque ahora cada vez que veo alguna de sus representaciones, recuerdo lo bello que es ser. Cuando veo la riqueza y la belleza de su variedad, aumenta mi seguridad para ser lo que soy y también me hace apreciar y valorar más las particularidades de cada persona.

Ser y dejar ser.

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