Situaciones para las que no estamos preparados moralmente
Mientras esperaba el metro en el andén, dos chicos (hombres) que se encontraban a escasos metros de mí, comenzaron a acariciar sus mejillas mutuamente y se besaron sutilmente. Todo sucedió en un lapso menor a 10 segundos.
Detrás de ellos vi a un anciano haciendo un gesto sutil de sorpresa y disgusto.
Lo siguiente sucedió en mi imaginación:
El anciano se acercaba agresivamente a los chicos y los insultaba por su conducta “inapropiada”. Entonces yo intercedía dirigiéndome al anciano:
«¿Se fijó en lo que acaba de suceder?» [señalando a los jóvenes], esperando recibir una respuesta del anciano afirmando su postura con otro comentario agresivo hacia la situación. A lo que yo hubiera continuado diciendo: «¡No! Lo que pasó es que usted acaba de transformar un acto de amor (señalando a los jóvenes), en un acto de odio. Yo quiero aprender de usted, pero al contrario, a transformar un acto de odio en amor. Seguro que también lo puede hacer. Enséñeme por favor. »
Lo que realmente pasó:
El ancinano voltea la mirada y después de unos segundos camina lejos de los muchachos.
Hay situaciones que nos sobrepasan moralmente y ante ellas quisiera reaccionar como el anciano, quien a pesar de su evidente incomodidad, se hizo cargo de sus emociones y no transformó en la realidad externa el amor en odio.
Qué difícil puede ser enfrentarnos a situaciones que sabemos que no están mal pero sobrepasan nuestro marco moral condicionado por lo social, ese marco que poco a poco vamos abriendo y flexibilizando, pero, mientras tanto, ¿qué hacemos con lo que nos sobrepasa hoy?
